La inversión extranjera directa en el Perú, es decir aquel capital externo que no viene para especular, sino para quedarse, está creciendo a pasos agigantados.
Mientras que en el año 2000 ascendió a US$ 810 millones, en el presente llegaría a un nivel diez veces mayor, de US$ 8,305 millones. La meta luce más que alcanzable, a la luz de lo visto en el primer trimestre, en el que ya se ha llegado a US$ 2,920 millones, con un crecimiento de 103% frente a similar período del 2007.
Sin duda, este excelente flujo tiene su origen en las ventajas que ofrece el Perú en materia de estabilidad económica, reglas claras, no discriminación, abundancia de recursos naturales (incluyendo la indispensable energía), crecimiento acelerado y, como broche de oro, las perspectivas de exportación a grandes mercados, como los de Estados Unidos y Canadá (y próximamente China y seguramente la Unión Europea), a través de tratados de libre comercio.
Como es natural, la minería, nuestra abanderada ante el mundo, es el sector que más peso tiene en esta dinámica, situación que se espera se prolongue, dada la existencia de enormes proyectos a punto de iniciarse. Pero también hay grandes emprendimientos en materia de petróleo, gas, electricidad y petroquímica, los cuales tenderán a ganar importancia en los siguientes años.
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