Quizá usted se pregunte por qué el Perú no tiene una red de carreteras tan extensa como otros países. La siguiente foto satelital puede ayudar a responder en parte su inquietud.
Corresponde a la carretera Nazca-Puquio-Chalhuanca-Abancay-Cusco, que une la costa peruana con la capital arqueológica de América, y que, felizmente, ya está totalmente asfaltada. La imagen corresponde al tramo Puquio-Chalhuanca, al sur del departamento de Ayacucho.
En un territorio llano, se podría haber evitado esos extensísimos recorridos en zig-zag, y quizá se habría incurrido en tan sólo la mitad o la tercera parte del costo. Pero nuestros Andes nos imponen esos alucinantes diseños, de avance lento y fatigoso y de escalofriantes abismos. Muchas veces ni siquiera permiten túneles que acorten la distancia, pues la pendiente, que sería excesiva e insoportable para cualquier vehículo, requiere esas caprichosas formas que la vayan atenuando.
No queda, pues, más que adecuarse a la realidad y elaborar esos diseños carreteros, verdaderas obras maestras de la ingeniería.
Afortunadamente, ya son varias las vías que han logrado penetrar y traspasar la barrera andina. Aparte de ésta, también lo hacen la de Olmos-Tarapoto, en el norte; la carretera central, que parte desde Lima y llega a Huancayo; la vía de Los Libertadores, que une Pisco y Ayacucho; la que enlaza Arequipa con Cusco; y la que partiendo desde Ilo llega hasta Desaguadero, a orillas del lago Titicaca. En todas ellas se puso a prueba la tenacidad de nuestros ingenieros de caminos, y éstos lograron vencer a la inmensa montaña.
Y ni qué hablar de la Longitudinal de la Sierra, que para cumplir su objetivo de interconectar cientos de pueblos del interior, recorre la sierra casi de punta a punta, en una épica travesía entre enormes cumbres nevadas y terroríficos barrancos. Es el Perú.
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