Lo que hace medio año parecía imposible, dada la fortísima carrera alcista en que se hallaba, hoy está siendo una contundente realidad: el barril de crudo de Texas (WTI) ya está en US$ 40, el precio más bajo de los últimos cuatro años.
Ello beneficia, naturalmente, a los países importadores, como el Perú, que lo emplea no sólo como combustible vehicular, sino como insumo industrial y en la generación eléctrica. Una reducción de su precio contribuye, sin duda, a reducir los costos de producción.
Ni siquiera el reciente desesperado esfuerzo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que ha anunciado la mayor reducción productiva de su historia a partir de enero (más de 2 millones de barriles diarios) ha podido evitar la caída.
El lado negativo de esto es que refleja que la recesión económica internacional es realmente fuerte, a tal punto que no sólo se está viendo afectada la demanda del petróleo, sino también la de varios de nuestros principales productos de exportación. Es decir, el ahorro que logramos por el menor precio de este insumo lo perdemos a través de los menores ingresos por nuestros productos. Afortunadamente, como veremos en una nota posterior, la caída de los precios de estos últimos parece estar atenuándose.
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