La tasa de interés de la política monetaria, más conocida como tasa de referencia, es aquélla que los bancos centrales establecen como necesaria para lograr una determinada meta inflacionaria. Con ese objeto, desarrollan operaciones (de mercado abierto y otras que conforman su politica monetaria) que lleven a la tasa interbancaria (la que emplean los bancos para prestarse entre sí, generalmente a un día) a acercarse a ella.
De esa manera, los bancos centrales afectan el costo de los créditos que las entidades financieras otorgan luego a sus prestatarios. Por ello, la tasa de referencia constituye una de las más importantes variables con las que cuenta un país para influir en el nivel de actividad económica. Asimismo, juega un papel central en los flujos internacionales de capital.
Así tenemos que su reducción abarata los créditos, estimula la ejecución de proyectos e impulsa la producción. Pero a la vez desincentiva el ingreso de capitales foráneos, dado que éstos prevén menores rendimientos financieros.
Contrariamente, una elevación de la tasa, usual cuando se detecta indeseables brotes inflacionarios, encarece los créditos, “enfría" la economía y contribuye a atenuar el referido problema. La contraparte positiva de esta medida es que ayuda a atraer capitales del resto del mundo.
Una de las principales funciones de los bancos centrales es, pues, determinar una tasa que, permitiendo luchar adecuadamente contra la inflación, afecte lo menos posible el crecimiento y el ingreso de capitales del exterior.
El caso más didáctico de la importancia de esta variable es, sin duda, la famosa tasa de referencia de Estados Unidos, que es seguida de cerca por los analistas de todo el mundo, ya que cuando la Reserva Federal de ese país decide subirla o bajarla, influye decisivamente en la actividad económica de la primera potencia mundial (con las conocidas implicancias que ello tiene en las restantes economías) y afecta las corrientes de capital (por ser considerado el país menos riesgoso del mundo, un leve incremento de su tasa es capaz de atraer masivas corrientes de capital, succionándolas del resto del mundo). Lo anterior obliga a los otros países a poner en práctica medidas parecidas, con el fin de evitar una nociva salida de capitales.
Hecha esta introducción, veamos, con información proveniente de los bancos centrales, los niveles de esta célebre tasa en la mayoría de los principales países de nuestra región. En los demás no fue posible obtenerla, debido a las peculiaridades de su política monetaria, en la que no se señala una tasa referencial específica.
Como se observa, Brasil posee, por mucho, la tasa más alta, no desde ahora, sino desde hace un buen tiempo. Esta variable, conocida allí como tasa Selic, inclusive acaba de ser elevada hace tres días, pasando de 9.50% a 10.25%, con el fin de combatir más intensamente la inflación, que se mantiene en un indeseable nivel anual superior a 5%.
Otros países con tasas elevadas son Costa Rica y Uruguay, empeñados en reducir sus relativamente altos niveles inflacionarios. Chile y Ecuador, en cambio, las mantienen sumamente bajas, intentando impulsar un poco más sus economías, luego de la crisis internacional. (Nota: el cuadro fue actualizado el día 16 de junio, pues Chile incrementó su tasa de 0.5% a 1.00%).
El Perú elevó recientemente la suya a 1.75%, un mes después de haberla subido a 1.50%. Antes de eso, desde agosto del 2009, la había mantenido en el nivel mínimo histórico de 1.25%, para luchar contra la desaceleración que, a causa de la crisis internacional, afectaba nuestra economía. Contrariamente, hace un par de años la había elevado gradualmente, desde un nivel de 2% hasta uno de 6%, cuando la inflación de entonces, originada tanto en el contexto internacional como en el recalentamiento de nuestra economía (que venía creciendo a tasas mensuales que llegaban a superar el 10%), lo obligó a recurrir a una política monetaria más contractiva.
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