La inflación peruana, variable clave representativa de la evolución del nivel general de precios de nuestra economía, acaba de retornar, luego de un prolongado período, a su rango meta.
En efecto, el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) ha señalado hoy, mediante un Informe Técnico, que la inflación anualizada (la de los últimos doce meses) sólo alcanzó el 2.66%, nivel que ya se ubica dentro del rango meta, que contempla una tasa de entre 1% y 3%, considerada adecuada para el manejo económico.
El Perú había sido hasta hace pocos años uno de los países con menor inflación del mundo, prueba de lo cual es que en el 2009 registró una de apenas 0.25%. Lamentablemente, desde abril del 2011 su tasa anualizada comenzó a elevarse significativamente, desbordando el mencionado rango meta y acercándose, entre fines del año pasado e inicios de éste, a un preocupante 5%.
Dicha situación, originada principalmente en el significativo incremento de precios de varios fundamentales commodities que nuestro país importa (petróleo, trigo, soya, maíz, etc), se había convertido en uno de los principales dolores de cabeza del gobierno, habida cuenta de que movimientos de ese tipo se traducen en incrementos de los precios internos de la gasolina, el pan, el pollo y muchos otros productos, afectando el poder adquisitivo de la población y los costos de las empresas.
Afortunadamente, la sustancial reducción del precio internacional del petróleo permitió que entre mayo y junio las tasas mensuales fueran de sólo 0.04%, -0.04%, y 0.09%, lo que llevó la tasa anualizada a 3.28%, muy cerca del rango meta. Pero las cifras de agosto y setiembre (0.51% y 0.54%) volvieron a generar dudas. Felizmente, los datos de octubre y noviembre (-0.16% y -0.14%) confirmaron la tendencia de mediano plazo y ahora nos permiten disfrutar de esta buena noticia en materia de precios.
Con una baja inflación, los beneficios son múltiples, pues, entre otras cosas, se preserva la capacidad adquisitiva de la población, se incentiva el ahorro (ya que las tasas de interés pasivas no se ven tan afectadas en términos reales), el país mejora su competitividad exportadora (al atenuarse la variación de los costos internos de producción), las empresas pueden planificar mejor sus proyectos (dado que pueden tener una mejor visión de sus futuros ingresos y costos) y la moneda nacional se fortalece en relación a otras (al alejarse la posibilidad de devaluaciones). Además, al decrecer la presión inflacionaria, el Banco Central de Reserva ya no se siente obligado a elevar su tasa de referencia y más bien puede mantenerla inalterada, lo que, además de otorgar más estabilidad al país en materia financiera, constituye una buena noticia para el sector productivo en materia de costos crediticios.
En suma, una inflación mínima es la base para el restablecimiento de la confianza por parte de los agentes económicos, y por ende para el crecimiento elevado y sostenido. Con este retorno al rango meta, el Perú da un importante paso en tal aspecto.
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