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Nos referimos, obviamente al gas de Camisea, convertido a la fecha en una de nuestras principales palancas para el desarrollo.
En el cuadro se puede ver que en marzo de 1984, tres años después de haber firmado contrato con el Estado, la angloholandesa Shell, una de las más grandes empresas petroleras del mundo, descubrió el gas, tanto en el Lote 88 como en el vecino Lote 56.
La grata noticia llevó a la firma de un acuerdo de bases en 1988, luego a uno de evaluación y desarrollo en 1994, y por último, en mayo de 1996, a un contrato de explotacion por cuarenta años.
Lamentablemente, por desacuerdos acerca del precio en boca de pozo, y del destino del gas, en julio de 1998 Shell abandonó sorpresivamente sus actividades en el proyecto, que quedó virtualmente a la deriva.
Afortunadamente, el gobierno de entonces reaccionó con prontitud, convocando a una nueva licitación internacional, como resultado de la cual en febrero del año 2000 quedó adjudicado un nuevo e importante grupo de empresas, lideradas por la argentina Pluspetrol.
Consolidando el proceso, ocho meses después se hizo lo propio en lo que atañe al transporte, adjudicándose el mismo al consorcio Transportadora de Gas del Perú (TGP).
Luego, en mayo del 2002, con la adjudicación a Tractebel, se dio un paso clave para la futura distribución del gas en la capital Lima y en el Callao, actividad que hoy desarrolla la cada vez más conocida empresa colombiana Cálidda.
Tras eso, y para poder exportar el gas (negocio vital para darle rentabilidad y caja al proyecto) en marzo del 2003 se constituyó el consorcio LNG, que medio año después firmó un contrato para venderlo a México.
El año 2004 comenzó lo mejor, al inaugurarse la principal infraestructura del proyecto (la planta de separación de Malvinas, el par de gasoductos, la planta de fraccionamiento de Pisco, etc).
Luego, en junio del 2010, se inauguró otra de las grandes infraestructuras del proyecto; la planta de licuefacción de Pampa Melchorita, que permite iniciar las exportaciones, en grandes buques metaneros, de gas en estado líquido.
Un par de años después, en febrero del 2012, Ica recibió una excelente noticia, con el inicio de las operaciones de Contugas, empresa concesionaria encargada de distribuir el gas en ese sureño departamento, vecino de Lima.
Y en estos dos últimos años las actividades relacionadas con el negocio no se han detenido. A tal efecto, a mediados del 2013 se otorgó la concesión a tres consorcios para que, a falta de gasoductos, lleven el gas a la mayor cantidad posible de compatriotas. Así ocurrirá en las zonas norte, suroeste y altoandina del país. En las dos primeras ello se hará mediante camiones que transportarán gas licuado proveniente de la planta de Pampa Melchorita, en tanto que en la tercera mediante camiones que más bien transportarán gas natural comprimido. En ambos casos, el hidrocarburo, luego de llegar a la ciudad de destino, será descargado en un centro de recepción y distribuido desde allí a través de redes domiciliarias.
Siguiendo con nuestro recuento de fechas trascendentales, diremos que en noviembre del 2013 se adjudicó (a las empresas Samay I y Enersur) la concesión del futuro Nodo Energético del Sur, que implicará la construcción de dos grandes centrales térmicas, que con sus más de 1,000 megawatts en conjunto reforzarán notablemente la oferta de energía en esa parte del país.
El último paso ha estado dado, hace medio año, por el otorgamiento de la buena pro para la construcción del Gasoducto Sur Peruano, monumental obra valorizada en varios miles de millones de dólares y que, con su capacidad para llevar energía y dar lugar a una industria petroquímica a partir del etano, incrementará dramáticamente el nivel de bienestar y potenciará considerablemente las perspectivas productivas de esa vasta zona.
Así han transcurrido los diez primeros años de operación de Camisea. Gracias al valioso recurso de ese formidable yacimiento cusqueño el Perú ha podido comenzar a cambiar su matriz energética, incrementar su PBI, exportar un poco más y mejorar su balanza comercial de hidrocarburos, atenuar los niveles de contaminación, reducir el costo de producción de sus empresas, llevar gas domiciliario a varias decenas de miles de viviendas que hoy disfrutan de un combustible mucho más barato, incrementar su recaudación fiscal, dar lugar a nuevas e importantes empresas, dotar de un cuantioso y descentralizador recurso al Cusco, y, muchas cosas positivas más.
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