Hace un mes, el país tuvo una excelente noticia en materia de energía: entró en operación la ampliación de la central hidroeléctrica de Machu Picchu, una de las más importantes del sur peruano.
La referida central, inaugurada en la década de 1950, y convertida desde entonces en uno de los puntales energéticos de esa zona del país, quedó paralizada en 1998, cuando un alud de lodo y piedras provocó un gigantesco embalse del río Vilcanota (aquél que le provee de agua) y luego un violento desembalse de éste, inundando y dejando virtualmente destruida su casa de máquinas, en las que cinco turbinas Pelton generaban 107 megawatts (MW) de potencia.
Felizmente, gracias a una fuerte inversión de su propietario (la estatal Empresa de Generación Eléctrica Machu Picchu-EGEMSA), en el 2001 volvió a operar, aunque con una potencia algo menor, de 90 MW, generada por tres turbinas Pelton de 30 MW cada una.
Pero ahora, con la ampliación mencionada en el primer párrafo (correspondiente a la fase de reconstrucción denominada Machu Picchu II), ha incrementado dicha potencia hasta los 192 MW. Eso ha sido posible merced a una inversión de US$ 148 millones, empleados, entre otras cosas, en la ampliación de la bocatoma y en la construcción de una nueva casa de máquinas, alimentada por una nueva tubería forzada, paralela a las dos actuales. En esa casa de máquinas, el elemento central es una moderna turbina Francis de eje vertical de 99 MW.
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