Los términos de intercambio del comercio exterior constituyen la relación entre los precios de nuestros productos de importación y de exportación, y se expresan mediante un índice. Éste aumenta cuando los precios de nuestras exportaciones se incrementan más (o disminuyen menos) que los de nuestras importaciones, y disminuye cuando ocurre una situación contraria.
Lógicamente, a todo país le conviene que sus términos mejoren, pues eso implica (al margen de los volúmenes exportados e importados) que su comercio exterior le está reportando un mayor beneficio.
El Perú ha tenido varias épocas muy buenas en este aspecto. Basta recordar las que ocurrieron cuando el guano, el salitre o el caucho se convirtieron en productos de gran demanda internacional, o la época de la segunda guerra mundial, cuando la masiva demanda de materias primas y otros bienes produjo un gran incremento de precios que sin duda favoreció a países como el nuestro.
En las últimas décadas, el mejor momento para nuestros términos de intercambio ha tenido lugar hace pocos años. Así lo demuestran las estadísticas del Banco Central de Reserva, que nos refieren que el año 2011 fue el mejor en tal aspecto, y específicamente su mes de agosto, cuando el índice (con base 2007=100.0), después de haber estado en niveles promedio de 60.0 en la última década del siglo XX, trepó hasta un nivel máximo de 115.4 en el referido período, gracias a los excelentes precios de productos como el cobre, el oro, la plata, el zinc, el plomo, el estaño, la harina de pescado y el café.
Afortunadamente, esa bonanza fue mejor aprovechada que en las circunstancias anteriores, pues nuestro país se valió de ella para crecer bien, reducir la pobreza, mantener su estabilidad macroeconómica y acumular superavits fiscales y reservas internacionales, los mismos que le están permitiendo afrontar medianamente bien los momentos actuales, en los cuales el índice, acercándose a niveles mucho más normales, se ubica alrededor de los 80.0 puntos.
Foto: DP World Callao
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