La inversión extranjera directa (IED), aquélla que arriba al país para participar en proyectos de largo plazo, decayó el año pasado.
Así lo señalan los datos del Banco Central de Reserva (BCR), según los cuales en el último trimestre registró un monto de US$ 1,686 millones, como resultado de lo cual el total anual ascendió a US$ 6,863 millones, muy inferior al del año 2015 (US$ 8,272 millones).
De ese total, US$ 4,172 millones correspondieron a reinversión de utilidades (aquéllas que en lugar de ser repatriadas se destinan a seguir ampliando la capacidad instalada y atender otros requerimientos), US$ 2,213 millones a aportes y otras operaciones de capital (dinero fresco que entra a los proyectos o empresas) y US$ 477 millones a préstamos netos con la matriz (diferencia entre los montos de préstamos recibidos de ésta y los devueltos).
El desfavorable dato anual responde a diversos hechos. Por ejemplo, a la incertidumbre generada por el nuevo gobierno de Estados Unidos, que ha provocado una actitud mucho más expectante y cautelosa entre los inversionistas internacionales, debido a las implicancias que éste podría tener en el desempeño económico global, en el comercio, en las corrientes de capital, y en la evolución de indicadores claves como la tasa de interés y el tipo de cambio.
Sin embargo, de otro lado se tiene una gradual recuperación de la economía mundial y de los precios de nuestros commodities de exportación, así como la voluntad política, de parte del gobierno peruano, de agilizar los grandes proyectos, que implican los montos más elevados de inversión. Lamentablemente, también se tiene los ya conocidos escándalos de sobornos y corrupción, que prácticamente han obligado a detener el megaproyecto del gasoducto del sur y podrían afectar otras importantes inversiones.
En cuanto al monto acumulado o stock de IED, llega a US$ 91,480 millones, cifra que equivale al 46.8% del producto bruto interno.
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