Desde su acceso al poder, a fines del año 2015, el presidente de Argentina, Mauricio Macri, se ha empeñado en corregir, uno a uno, los múltiples desequilibrios heredados de la anterior administración.
Esos desbalances, generados por masivos subsidios y otras medidas populistas, provocaron un gran forado fiscal, y con éste una de las inflaciones más altas del mundo (superior a 30%), que debilitó considerablemente la moneda y redujo la competitividad exportadora.
Como resultado de todo ello, y del desaliento a la inversión privada y un proteccionismo que redujo la eficiencia, el país prácticamente no creció en los últimos cuatro años (lo hizo a una tasa anual de apenas 0.3%, que ni siquiera cubrió la expansión demográfica) y el poder adquisitivo de la población se deterioró considerablemente, incrementándose la pobreza.
Para revertir tal situación, Macri ha liberalizado precios, restablecido la libertad de comprar y vender moneda extranjera, reducido radicalmente los subsidios (enfocándolos únicamente en los sectores poblacionales verdaderamente necesitados), devuelto la confianza en las estadísticas del país, restablecido las buenas relaciones con la comunidad financiera internacional, promovido el arribo de la inversión extranjera y, en fin, adoptado muchas decisiones en el objetivo de reencauzar la economía y darle previsibilidad.
Gracias a ello, el país está comenzando a exhibir buenos resultados, todavía no en la lucha contra la inflación (que a raíz de los desembalses de precios continúa elevada), pero sí en el del restablecimiento de la confianza empresarial y de la mejora de la imagen económica y financiera internacional. Los numerosos anuncios referidos al arribo de importantes inversiones extranjeras y la confirmación de que la economía va dejando atrás su recesión (en enero logró crecer por primera vez en muchos meses) son una muestra de la confianza que genera la actual política económica.
Conscientes de que esas decisiones mejoran las perspectivas de inversión, crecimiento, recaudación fiscal y capacidad de pago de la deuda, las agencias calificadoras están comenzando a darles el visto bueno. El más reciente lo dio hoy la agencia Standard and Poor´s (S&P), al mejorar el rating del país, desde su anterior nivel de B- al de B, con perspectiva estable.
Entre las razones esgrimidas para el upgrade, S&P mencionó la de que el país "está haciendo progresos al resolver diversos desequilibrios macroeconómicos mientras paulatinamente va reconstruyendo su credibilidad y mejorando su debilitado marco institucional".
Una buena noticia para un país que hace poco más de un año dejó atrás el inadecuado camino de la heterodoxia económica para optar por otro mucho más abierto que, como se comprueba con esta buena noticia, ya comienza a rendir frutos.
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