Continuando con lo que habíamos señalado aquí, diremos que la idea es captarla en ese lugar, y por medio de un túnel de aproximadamente 5 kilómetros llevarla hasta un punto denominado Yanacoto, donde se construiría una pequeña central hidroeléctrica de 8 megawatts (MW).
Luego, la misma agua sería conducida por el túnel ya existente de la central de Huampaní, y después por otro de casi 15 kilómetros que se construiría desde allí hasta la localidad de Jicamarca, donde se aprovecharía el desnivel para construir una segunda hidroeléctrica, esta vez de 32 MW. Dicho túnel tendría cuatro metros de ancho, dos de alto y una bóveda de unos dos metros, por lo cual tendría capacidad para conducir aproximadamente 25 metros cúbicos por segundo.
Tras ser empleada para generar electricidad en Jicamarca, una parte de esa agua (1/3) abastecería a la planta de tratamiento de Huachipa, que fue inaugurada el año 2011 para proveer de agua al populoso cono norte de Lima, pero que lamentablemente hasta ahora no desempeña a cabalidad su función.
La mayor parte del líquido elemento (2/3) seguiría su rumbo hacia la principal planta de potabilización de la ciudad, La Atarjea (visible en las dos últimas imágenes). Ello tendría lugar a través de un túnel de 11.8 kilómetros de largo, al final del cual, y aprovechando el desnivel de cerca de 200 metros entre uno y otro lugar, se construiría, en la zona de Campoy, una última hidroeléctrica, de 20 MW de potencia.
Dado que el agua, turbinada una y otra vez, llegaría a La Atarjea en condiciones muy superiores a las actuales, mucho más limpia y libre de la mayoría de sedimentos e impurezas, se reduciría notablemente el consumo de cloro, sustancias coagulantes y otras actualmente empleadas, y, al disminuir significativamente el costo del tratamiento de potabilización, podría haber una reducción de tarifas.
Otra ventaja del proyecto sería que permitiría disminuir el volumen del agua que traslada el río (lo que en temporadas de lluvias podría aliviar problemas como los que acabamos de tener en las pasadas semanas), pues las centrales actuales y las que se planea construir ya no devolverían a su cauce los considerables 25 metros cúbicos empleados para hacer girar sus turbinas, sino los seguirían empleando consecutivamente, y al final se los entregarían a La Atarjea, que, al disponer de un gran volumen adicional de agua, y mucho más limpia, reduciría notablemente su dependencia del Rímac y eliminaría por completo su vulnerabilidad en las temporadas de huaicos.
En cuanto a la construcción de las tres centrales, que sumarían una potencia de casi 60 MW, lo más viable sería animar a participar en el proyecto a las empresas generadoras actualmente existentes en la cuenca del Rímac. El mayor atractivo para éstas sería que se trata de centrales en su propia área, para las cuales ya se cuenta con agua turbinada y sólo se requeriría unos pocos kilómetros de túnel y los equipos de generación.
El costo total del proyecto ascendería a unos US$ 200 millones.
Esta formidable propuesta para dotar de agua abundante y permanente a Lima, y evitar que siga padeciendo en los meses de verano, ya tiene varias décadas en evaluación. Ojalá esta vez, teniendo ya definidos prácticamente todos sus detalles, sí se concrete.
Foto: Andina
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