Como se sabe, el indicador mide la probabilidad de que un país incumpla el pago de su deuda. Tal evaluación se deriva de su situación y desempeño fiscal, macroeconómico, externo y también político, pues esos factores definen sus perspectivas de captar inversiones, crecer, mejorar sus ingresos y por ende incrementar su capacidad de pago.
Existen diversas herramientas para medirlo, siendo una de las más empleadas el denominado EMBIG (Emerging Market Bond Index Global o Índice Global de Bonos de Mercados Emergentes) o EMBI+. Éste toma en cuenta la diferencia de rendimiento entre los bonos en dólares emitidos por el país en evaluación y los del Tesoro de Estados Unidos (considerados los más seguros del mundo). A más diferencia, mayor nivel de riesgo.
Chile y el Perú continúan siendo con relativa holgura, y gracias a sus muy reconocidas políticas económicas, los dos países menos riesgosos, seguidos a corta distancia por Panamá, cuya elevada tasa de crecimiento le provee una adecuada recaudación fiscal.
Ellos, al igual que los países ubicados hasta el puesto 9, mejoraron sus niveles en comparación con los del inicio del año, especialmente por factores exógenos, como la mejora de precios de los commodities, la estabilización del dólar, la comprobación de que el alza de la tasa de interés de Estados Unidos no está generando demasiadas dificultades, y, en el caso de México, la constatación de que la nueva política de Estados Unidos no luce tan confrontacional como al inicio.
Son destacables los casos de Argentina y Brasil, países que al estar ejecutando programas de estabilización y reformas están comenzando a recuperar la confianza que habían perdido.
Venezuela no sólo cierra la lista, sino, reflejando su lamentable situación, lo hace con un nivel de riesgo ocho veces mayor que el promedio latinoamericano, ascendente a 371 puntos.
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