Aunque el 2017 no fue un buen año para la actividad productiva en las siete economías más grandes de América Latina, sí lo fue para la estabilidad macroeconómica.
Eso se reflejó en tasas de inflación claramente a la baja en la mayoría de casos, tanto por la mejora en la situación fiscal (apuntalada por el repunte de precios de las exportaciones), como por factores exógenos, entre ellos el aquietamiento del precio del dólar tras una etapa de fuerte elevación.
En ese orden de cosas, el Perú se consolidó como el país de inflación más baja, con una tasa que se ubicó cerca del piso del rango meta de entre 1 y 3% establecido por el BCR. Ello, además de favorecer la tranquila evolución de la actividad productiva y el consumo de las personas, otorga más grados de libertad a la política monetaria.
Chile es otro país que ha logrado consolidar una inflación muy baja. Brasil, aunque registró un salto en el último mes, logró un dato anual muy positivo, y mucho mejor que el del año 2016. Colombia también obtuvo una cifra anual que mejoró notoriamente a la del año previo.
México, en cambio, sigue teniendo problemas con su indicador, que en diciembre se elevó un significativo 0.59%, llevando la tasa anual a 6.77%, la más alta en 17 años. Aunque se espera que este último dato disminuya entre febrero y marzo, al diluirse el efecto de la fuerte alza de los combustibles en enero del 2017, persiste la preocupación, pues las cifras de los últimos meses han continuado muy elevadas.
En Argentina, si bien la tasa del 2017 fue bastante menor que la que se estimó para el año 2016, continúa demasiado elevada. Eso deja claro que la solución pasa por un ajuste importante, acompañado de reformas estructurales que promuevan la inversión privada y con ello una rápida recuperación. El dato de diciembre, explicable en gran medida por el sinceramiento de diversos precios, permite comprobar que el gobierno ya está tomando ese tipo de indispensables medidas.
En cuanto a Venezuela, la espiral inflacionaria continuó imparable, pues pasó, según estimaciones del FMI, de una variación superior a 300% en el 2016 a una de más de 1,100% en el 2017, es decir a una hiperinflación, la más alta del mundo. Y las estimaciones privadas son aún más desconsoladoras, pues duplican esa cifra.
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