En el análisis de la situación económica de los países, uno de los indicadores más importantes es la denominada Balanza en Cuenta Corriente, comunmente conocida como cuenta corriente.
La relevancia de este indicador reside en que refleja la brecha ahorro-inversión. Es decir, permite saber si un país está teniendo un monto de ahorro interno capaz de financiar la inversión que debe llevar a cabo para seguir creciendo. Cuando la cuenta es negativa, significa que hay un faltante para cubrir dicho requerimiento, por lo que se debe recurrir al ahorro externo, o sea a la deuda.
Como se aprecia en el gráfico, la cuenta corriente de nuestro país viene siendo negativa desde el año 2008, habiendo alcanzado su período más deficitario entre los años 2013 y 2015, con números negativos en casi 5%. Afortunadamente, desde el 2016 la tendencia se ha revertido notablemente, y por efecto de ello ha cerrado el año 2017 con una tasa de -1.3%, mucho menos negativa que la de los cinco años previos, y con claras señales de alcanzar pronto el equilibrio.
La cuenta corriente resulta de sumar la balanza comercial, la balanza de servicios, la renta de factores y las transferencias corrientes. El dato del 2017 es el resultado de tasas de 2.9%, -0.7%, -5.2% y 1.7% del PBI, respectivamente, en los mencionados componentes.
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