Tal como nuestro país en los hiperinflacionarios años 80 del desastroso primer gobierno de Alan García, en Venezuela el dinero no vale nada.
Por eso las personas deben acarrear enormes fajos de billetes inclusive para comprar los productos más humildes (siempre que los puedan hallar en los mercados, porque el desabastecimiento también es terrible, obligándolas a hacer kilométricas colas para conseguirlos).
Como se aprecia en el video adjunto, se necesita un grueso fajo de billetes para comprar una simple taza de café. Hace quince años, ese mismo fajo servía para pagar un minidepartamento.
Es que el gobierno instalado allí a fines del siglo pasado adoptó una demagógica política de gasto desenfrenado, repleto de subsidios, que terminó por reventar las finanzas públicas y pulverizar el valor de la moneda, paradójicamente denominada Bolívar Fuerte.
Así como el gobierno populista y demagogo peruano padecido por nuestro país entre 1985 y 1990 pulverizó el Inti en apenas ese quinquenio, el gobierno del Socialismo del Siglo XXI ha pulverizado la moneda de uno de los principales productores de petróleo del mundo. Claro, con una inflación que el año pasado sobrepasó el 1,000% y en el actual llegaría a 13,000%, no cabe otro destino para la pobre moneda.
Esa hecatombe económica explica la masiva fuga de cientos de miles de venezolanos a algún otro país en el que sí puedan conseguir las condiciones de vida que el suyo, destrozado por una cúpula de izquierda radical que no sabe nada de economía, ya no puede ofrecerles.
Ojalá ocurra algún terremoto político que permita al país librarse de esa pesadilla, antes de que se encamine definitivamente por el triste camino que emprendió Cuba y que la llevó a estancarse en el tiempo y a matar las ilusiones de progreso de la gran mayoría de sus habitantes.
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