Varias superficies de agua de distintos lugares de nuestro país han padecido en algún momento, o aún padecen, la contaminación de sus espacios y la consiguiente degradación de sus delicados ecosistemas.
Ejemplos de ello son el gran lago Titicaca, los apacibles ríos de la selva y otras regiones, las lagunas altoandinas y diversos humedales de la costa, como El Cascajo, situado en Chancay, al norte de Lima.
Este último, otrora un grande y bello lugar de esparcimiento de tranquilas aguas, sufrió por más de dos décadas una gran contaminación derivada de su cercanía a las zonas urbanas y de las malas prácticas de sus pobladores, que arrojaban allí todo tipo de desechos.
Por efecto de ello, sus aguas se degradaron, lo que propició la proliferación de especies vegetales que cubrieron su superficie e impidieron que la luz y el oxígeno penetraran a las profundidades. Eso provocó la muerte de los peces que moraban allí y el consecuente retiro de las aves y otras especies que se alimentaban de ellos. Es decir, el ecosistema resultó gravemente dañado o inclusive destruido.
Afortunadamente, el año 2010, Marino Morikawa (un científico peruano de ascendencia japonesa que de niño había conocido y disfrutado la mejor época de El Cascajo), tomó cartas en el asunto.
Primero se dedicó a retirar manualmente (inicialmente solo con algunos amigos y luego con un creciente número de voluntarios) la denominada "lechuga de agua", la especie vegetal que había invadido por completo el espejo de agua. En total fueron retiradas 200 toneladas de esta.
Luego, aplicando sus conocimientos en conservación de medioambientes y tratamiento de aguas residuales, combinó dos técnicas para recuperar el agua, que por entonces estaba oscura y maloliente. Esas técnicas, de micronanoburbujeo (para matar las bacterias) y de biofiltros (para absorber las bacterias muertas y demás compuestos orgánicos) dieron resultados muy rápidos, pues en menos de dos meses el agua volvió a ser cristalina. Y en cinco meses el ecosistema quedó reconstituido, primero con el retorno de las aves migratorias que se habían alejado del lugar, y luego con la reaparición de las diversas especies acuáticas.
Morikawa tiene como meta recuperar otros espacios de agua del país que padezcan el problema, desde las diversas lagunas de nuestra sierra hasta el río Chira y el lago Titicaca, donde la proliferación de la llamada lenteja de agua refleja la aguda contaminación que padece.
Ojalá obtenga en esos emprendimientos un éxito tan resonante como el que con su gran gestión personal y científica obtuvo en El Cascajo.
Foto: Inforegión
Tan barato que le sale a las mineras procesar el agua y reusarla para crear humedales en la costa, esa agua baja si o si, o en los mismos andes, tambien millones de hectareas con riego tecnificado, por areas nomas, una vez que el arbol prende, mueves las mangueras a otras areas, por que el arbol empieza a vivir de la lluvia anual que se da si o si en los andes en el periodo de octubre a abril.
ResponderEliminarSi lees los reportes coloniales, los andes estaban llenos de bosques, los andes occidentales, por que los orientales son la amazonia, y bien clarito dice que los bosques estaban bien manejados.
Llega la republica y calatean los cerros, los criollos ni eso supieron administrar, para nada servian, los hispanos nunca debieron negociar la independencia con los criollos, se la hubieran dejado a tupac amaru... despues de ello siguen 200 anios de miseria humana.
Hay que reforestar como sea todos esos cerros calatos que hay por todos los andes occidentales, con eso se crea un sistema bacan de cotos de caza, bosques maderables controlados usando especies nativas, tambien produccion de hongos, turismo de avistamiento de aves, oso de anteojos, puma, venado, que no se ve casi nunca por que no hay bosque, por que una vez que hay bosque los animales regresan al toque.
Mira como es con los ojos de anteojos, estan en cajamarca, luego los vez en cusco, en el mismo machupichu...