La Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (SUNEDU) fue creada hace cuatro años para propiciar una mejor calidad de la enseñanza en dichas instituciones fundamentales.
Se tomó tal decisión considerando el muy deficiente nivel académico detectado en la gran mayoría de ellas, problema puesto de manifiesto en numerosas circunstancias de la vida nacional (con el bajo nivel de preparación de muchos de sus egresados), y también en las evaluaciones y rankings internacionales, en los cuales, salvo muy escasas y honrosas excepciones, figuraban en lugares nada halagüeños.
Es que mientras las universidades públicas padecían por las carencias de infraestructura y equipamiento, o por la escasa dedicación de catedráticos desmotivados por bajos sueldos, muchas de las privadas ponían énfasis en una masificación que les permitiera rápidos beneficios, y dejaban en segundo plano el nivel académico.
Así se llegó a una absurda proliferación de universidades de escasos méritos. En lugar de intentar convertirse en instituciones rectoras de la cultura, la investigación, la innovación y el avance tecnológico, muchas de ellas devinieron en meros centros de estafa de miles de jóvenes.
Felizmente, el trabajo emprendido a partir del año 2015 por la SUNEDU está permitiendo cambiar esa situación. Es que dicha institución está sometiendo a los referidos centros de estudio a una rigurosa evaluación, para certificar si cumplen o no los requisitos establecidos, y por ende si merecen o no el licenciamiento correspondiente.
A la fecha han quedado licenciadas cincuenta universidades. Las mejor evaluadas han obtenido una autorización por diez años, en tanto que otras lo han obtenido por ocho y la gran mayoría por seis.
Obviamente, y para que la labor de la SUNEDU en este aspecto sea considerada impecable, se espera que no sean licenciadas, y por lo tanto queden impedidas de seguir operando, varias decenas de "universidades" que de tales sólo tienen el nombre, y que jamás debieron haber obtenido el visto bueno.
Con ese tipo de medidas, y con otras encaminadas a enrumbar mejor la actividad, será posible tener universidades realmente valiosas, que permitan ir dejando atrás problemas como los mencionados en el segundo párrafo, y contribuyan mucho más eficazmente al proceso de desarrollo nacional.
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