El Grave Riesgo en que se halla Chile

Tras varias décadas de aplicar un modelo de economía libre y abierta, en el marco de un sistema político democrático, Chile se convirtió en el país latinoamericano con los mejores indicadores sociales y económicos.


Por eso su economía se había erigido como una de las más dinámicas de la región, la inflación era de las más bajas y su moneda una de las más sólidas, la inversión extranjera no dejaba de llegar (haciendo que Chile captara mucho más de ella que países mucho más grandes, como Argentina y Colombia), y sus empresas de diversos rubros habían incursionado con gran éxito en el Perú y otros destinos del continente.

Por eso, y porque mantenía una política fiscal y monetaria responsable, estabilidad jurídica y reglas de juego claras, y porque había constituido un sólido sistema financiero y era el país con más tratados de libre comercio del mundo, Chile tenía la mejor calificación crediticia y el menor riesgo país, y lideraba los rankings latinoamericanos de facilidad para hacer negocios, y de libertad económica y competitividad.

Eso, lógicamente, se traducía en mejores condiciones de vida para su población, razón por la cual el país lideraba los rankings latinoamericanos de cobertura eléctrica y de agua y saneamiento, y de acceso a la telefonía móvil, al cable y al internet, y sus niveles de ventas de autos nuevos superaban por considerable distancia a los de países mucho más poblados como Colombia y el Perú, y sus puertos, aeropuertos y sistemas de transporte no dejaban de modernizarse, y por eso el ingreso por habitante se había incrementado considerablemente, mientras la pobreza y la pobreza extrema se habían reducido a sus niveles más bajos de la historia, y lo mismo había pasado con el Gini, revelando que la desigualdad también estaba cediendo bajo el influjo del gran dinamismo productivo y la gran movilidad social que eso originaba. Es la razón por la que muchos miles de peruanos, colombianos, haitianos y venezolanos habían emigrado hacia allá.

Y por eso en estos días el país volvió a ratificar su primer lugar regional en la prueba PISA (que mide la calidad de la educación secundaria), tal como lo había venido haciendo en los rankings de las mejores universidades, y como lo volvió a ratificar hoy con el Índice de Desarrollo Humano, que mide la condición de vida de los países a partir de tres datos fundamentales (la esperanza de vida al nacer, la expectativa de escolaridad y los años promedio de escolaridad, y el ingreso nacional bruto por habitante en términos de paridad de poder adquisitivo).

Lamentablemente, el relato falso y tendencioso de una izquierda radical cuyo objetivo es desechar el modelo de libre mercado y de apertura al mundo para implantar alguno tan estatista, controlista y proteccionista como los que ya han fracasado estrepitosamente en todas partes, ha llevado al país a una situación límite, en la que se corre el riesgo de tirar por la borda, comenzando por la constitución que le sirvió de orientación y sustento normativo, todo lo logrado.

Está claro que, si bien ha propiciado un gran progreso en múltiples campos, el actual modelo no es perfecto, y por ende necesita ajustes y afinamientos, para que ponga más énfasis en atenuar el problema de la desigualdad, combata más a fondo las injusticias y privilegios y proteja mejor a los estratos sociales más vulnerables. Pero eso de ninguna manera justifica que se le quiera destruir o desvirtuar gravemente, mucho menos recurriendo como medio de presión a una violencia tan brutal como la ocurrida a partir de octubre, conspirando contra un gobierno absolutamente legítimo y democrático.

A ese grave tema, y a las lamentables consecuencias que podrían surgir para Chile en el largo plazo si triunfa la insensatez, se refiere en el video adjunto el abogado y analista político liberal Axel Kaiser.