La situación es especialmente preocupante dado que China, el país más afectado y poseedor de la segunda economía más grande, es el que más importa los commodities exportados por numerosos países en desarrollo (entre ellos el Perú), y por ende el que determina su precio. Además, es uno de los principales exportadores de manufacturas.
El nerviosismo que se ha generado ya está haciendo variar de manera considerable diversos indicadores claves. Por ejemplo, está debilitando los precios del petróleo, el cobre y el oro, elevando la cotización del dólar, y reduciendo las expectativas de crecimiento global.
Muestra de ello son los resultados que acaban de tener en febrero las bolsas de valores, mucho más negativos que los de enero, cuando recién se tenía noticia de algunos casos.
Así, la bolsa de Nueva York, la más importante del planeta, ha retrocedido 10.07%, en su peor mes en muchos años. También han tenido fortísimos traspiés las de Londres (9.68%), Tokio (-8.89%), París (8.55%), Frankfurt (8.41%) y Madrid (-6.88%).
Eso ha repercutido en las bolsas latinoamericanas, todas las cuales han tenido fuertes caídas, ante el sombrío panorama que la propagación del mal ya ha comenzado a generar en los precios de sus commodities y sus ingresos por exportaciones, y por ende en sus perspectivas de crecimiento, de mejora del empleo y reducción de la pobreza.
Ojalá muy pronto se logre poner bajo control al mal, para que el inquietante panorama que se avizora a la fecha quede reemplazado por otro mucho más halagüeño. La esperada vacuna, que ya ha sido anunciada, y que ayudaría a revertir la situación, será fundamental.
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