El BCR, al igual que los otros bancos de su tipo, efectúa su manejo monetario tratando de mantener delicados equilibrios en materia de precios, de crecimiento de la producción y de movimiento de capitales en el sector externo.
Con ello evita, por ejemplo, que un nivel demasiado bajo de la tasa de referencia genere presiones inflacionarias, que uno demasiado alto restrinja excesivamente el crédito, o que una alza o baja propicie bruscas entradas o salidas de capitales especulativos (de corto plazo).
Luego, a través de los créditos de corto plazo que otorga a las entidades financieras, induce a que el costo del dinero se acerque al nivel señalado.
Si bien es deseable mantener sin variaciones la tasa, para que los agentes económicos tengan una señal clara de estabilidad en materia del costo del dinero, en ocasiones se hace imperativo modificarla ligeramente, con el fin de contribuir a que la economía enfrente con éxito situaciones adversas. Así, cuando esta muestra indicios de enfriamiento, el banco central suele reducir la tasa, en tanto que cuando muestra signos de recalentamiento (reflejados en una creciente inflación), más bien la incrementa.
En una circunstancia así, la prioridad es procurar que la actividad económica se afecte lo menos posible por el choque externo, que sin duda será fuerte. Por eso la considerable rebaja de la tasa. Felizmente, la inflación anual continúa siendo muy baja (1.90%, por debajo del centro del rango meta que va de 1 a 3%), lo que implica que el referido nivel será escasamente negativo en términos reales, algo no deseable, pero aceptable en una coyuntura tan inquietante como la actual.
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