El BCR, como los otros bancos de su tipo, efectúa su manejo monetario procurando delicados equilibrios en materia de precios, crecimiento de la producción y movimiento de capitales en el sector externo.
Con ello evita, por ejemplo, que un nivel demasiado bajo de la tasa de referencia genere presiones inflacionarias, que uno demasiado alto restrinja excesivamente el crédito, o que una alza o baja propicie bruscas entradas o salidas de capitales especulativos (de corto plazo).
Luego, a través de los créditos de corto plazo que otorga a las entidades financieras, induce a que el costo del dinero se acerque al nivel señalado.
Si bien es deseable mantener sin variaciones la tasa, para que los agentes económicos tengan una señal clara de estabilidad en materia del costo del dinero, en ocasiones se hace imperativo modificarla ligeramente, con el fin de contribuir a que la economía enfrente con éxito situaciones adversas. Así, cuando esta muestra indicios de enfriamiento, el banco central suele reducir la tasa, en tanto que cuando muestra signos de recalentamiento (reflejados en una creciente inflación), más bien la incrementa.
Y se toma favorecida por la baja inflación, que inclusive se aproximaría al limite inferior de su rango meta, teniendo en cuenta el significativo debilitamiento de la demanda interna. La reducción, hace pocas semanas, de la tasa de Estados Unidos también contribuye a tal efecto.
Según lo señalado, y considerando que la inflación anual proyectada se acercaría al 1%, la tasa de interés pasaría a ser aún más negativa en términos reales de lo que ya había comenzado a ser con su reducción de hace veinte días. Algo no deseable, pero aceptable de manera transitoria en una coyuntura tan inquietante como la actual.
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