La pandemia del COVID-19 ha provocado muchísimas lamentables muertes en nuestro país, al grado de convertirlo en el líder del trágico ranking mundial de fallecidos por cada millón de habitantes.
Múltiples factores propiciaron esa terrible situación. Por ejemplo, la precariedad de nuestro sistema de salud (poseedor de una mínima cantidad de unidades de cuidados intensivos y ventiladores mecánicos) y la elevada informalidad laboral y la pobreza (que impidieron a las personas acatar la cuarentena y las obligaron a salir a trabajar).
También, la falta de refrigeradores en muchos hogares (cuyos moradores se vieron obligados a salir todos los días a comprar alimentos en lugares donde no se podía mantener la distancia social), la vigencia de una norma anterior que restringía la oferta de oxígeno medicinal (vital para los casos graves), la escasez de personal sanitario (al separarse a los adultos mayores para no poner en riesgo sus vidas) y la decisión de muchos provincianos que perdieron su trabajo en Lima y otras ciudades a retornar a su lugar de origen (propagando la enfermedad).
Además, los errores del gobierno, que no priorizó como debía las pruebas moleculares (las más eficaces para detectar el virus), tardó mucho en entregar los subsidios monetarios (que por ello no cumplieron adecuadamente su fin) y no advirtió a tiempo que los mercados y otros lugares públicos se estaban convirtiendo en focos de contagio.
Afortunadamente, tras un larguísimo período que parecía no tener fin, la situación está comenzando a mejorar notoriamente. Así lo revelan los diversos datos referidos al asunto, como Positividad (Contagiados/Evaluados), Letalidad (Fallecidos/Contagiados) y número de fallecidos diarios. Todos ellos han dejado de crecer y están comenzando a reducirse sostenidamente, mientras el número de personas dadas de alta diariamente cada vez es mayor.
El excelente gráfico que abre esta nota, tomado de la web de Rodrigo Parra, es muy convincente al respecto. Muestra (con datos del Sistema Informático Nacional de Defunciones-SINADEF) que el número total de muertes ocurridas en nuestro país, que había aumentado exponencialmente desde abril (como señal inequívoca del letal efecto de la pandemia) ya tiene una clara tendencia a la baja. Ello viene ocurriendo pese a que a inicios de julio se restableció buena parte de la actividad económica, lo que hizo temer un repunte de los contagios y muertes. Felizmente, la gran mayoría de la población está lidiando de manera adecuada con la nueva realidad y, si bien se produjo un leve repunte, hoy ya existe un panorama mucho más alentador, con la pandemia cada vez mejor controlada y la economía reactivándose.
Ello, sin embargo, no implica que la situación esté superada ni mucho menos, pues, como lo demuestra el gráfico, aún se registra más del doble de fallecimientos diarios de los que había en años normales.
Así las cosas, resulta adecuada la campaña puesta en marcha por el gobierno, con un mensaje muy directo, para que la población no se descuide, y más bien redoble su esfuerzo y su cuidado, para impedir a toda costa un rebrote (como el que se está observando en países que se confiaron demasiado).
Es obvio que la estrategia del gobierno fracasó, como fracasó su lucha contra el patriarcado en plena pandemia. Vizcarra lo sabe y trata de engañar a la gente diciendo que si no hubiese tomado las medidas que tomó el horror hubiera sido peor.
ResponderEliminarLa prensa mermelera, cubre indignada el tumulto, pero siempre carga contra la gente en lugar de preguntarse ¿por qué el Estado no ha hecho nada por darle a toda esa gente la infraestructura más elemental para vivir,
Nos hemos habituado al caos, a la mugre, a la informalidad y a las carencias, sin quejarnos y culpando a la gente de todo, como si no existieran autoridades.