Pero eso no ocurrió por alguna deficiencia del modelo económico, sino por el error del gobierno de cerrar excesivamente la actividad productiva en el afán de atenuar el impacto de la pandemia.
Eso significa que este año nuestra economía deberá crecer (o rebotar) 12.5% para recuperar todo lo perdido. ¿Será posible hacerlo? Sí.
La tasa requerida es muy alta, pero los resultados de los cinco primeros meses, que muestran una expansión acumulada de nada menos que 19.69% frente al mismo período del año pasado hacen abrigar la esperanza, pues también implican un resultado frente al mismo período del 2019 menor en apenas 0.7%.
Eso se corrobora en este cuadro del INEI, que nos dice que en comparación con el 2019 este año ha habido índices superiores en los meses de enero y febrero, y uno casi igual en mayo. Solo ha habido uno claramente inferior en abril, y uno medianamente más bajo en marzo.
La meta señalada en el tercer párrafo, pues, no es imposible. El propio ministro de Economía está dejando entrever una idea de ese tipo, al señalar que este año se crecería más de lo previsto inicialmente, pues la actividad productiva se está recuperando mejor de lo esperado, y por ende habría que hacer ajustes al alza en las estimaciones.
Ojalá eso ocurra al cierre del año, o en los primeros meses del próximo. Cualquiera de las dos opciones nos haría uno de los países de la región que más rápido dejaron atrás el efecto del virus, superando inclusive a varios que el año pasado cayeron mucho menos que el nuestro.
Pero es indispensable mantener el rumbo actual, sin cometer la insensatez de intentar modificarlo en sus lineamientos centrales de protagonismo privado, apertura al mundo, disciplinas fiscal y monetaria, precios libres, estabilidad jurídica, libre competencia, etc. Ese rumbo, consagrado en la excelente Constitución de 1993, es el que estimula la masiva inversión privada y unas finanzas públicas saludables, y a través de ambas el crecimiento que genera empleo y reduce la pobreza. Ese rumbo es, además, el que nos permite crecer más que los otros países en épocas de gran bonanza internacional y caer menos (y recuperarnos más rápido) en las épocas menos propicias.
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