Eso ha generado resultados muy diferentes. Así, mientras en el año 2018 la minería tenía invertidos en el Perú US$ 55 mil millones, en Bolivia no tenía ni US$ 3 mil millones. Por efecto de eso aquí están en operación numerosos proyectos de gran envergadura, mientras allá solo lo están unos pocos. Mientras entre los años 2000 y 2020 nuestra minería multiplicó por 8.2 sus exportaciones, que hoy llegan a US$ 26 mil millones, la del país suroriental solo lo hizo por 5.9, y por eso hoy solo llegan a US$ 1,535 millones, cifra 17 veces menor que la nuestra.
Y eso, así como otros factores propios del modelo económico de cada país, ha producido resultados muy diferentes a nivel de la población. Por ejemplo, que la tasa de pobreza peruana, que a inicios de este siglo era bastante similar a la boliviana, hoy sea mucho menor.Y no solo las últimas décadas han resultado mejor para el Perú, gracias a su modelo de libertades y apertura económica. El futuro también luce mejor. Por ejemplo, actualmente tiene (gracias a los ingentes ingresos que le produce la referida actividad y las demás, que no dejan de crecer) unas finanzas públicas mucho más sanas, con un déficit y una carga de la deuda mucho menores que los de su vecino. Eso garantiza que podrá seguir recuperándose de la crisis pandémica a mayor velocidad y creciendo sin necesidad de ajustes, y manteniendo su buena calificación financiera internacional, fundamental para continuar captando créditos en condiciones adecuadas y masivas inversiones privadas. Todo ello apuntalando nuevo crecimiento, que se traducirá en más mejoras socioeconómicas.Lo único que podría deteriorar esa alentadora perspectiva sería el intento de desmontar el exitoso actual modelo, en el necio afán de implantar uno estatista, por ejemplo el que aplica (como hemos visto, con resultados muy inferiores al nuestro) Bolivia.
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