La clave para tal éxito está dada por varios millones de gallinas criadas junto a esos campos. Es que el principal componente del abono usado para el cultivo es su estiércol, que es mezclado con carbón vegetal casero producido a partir de los restos de comida para esas aves.
Los pellets obtenidos de la mezcla constituyen el abono final que tan buenos resultados está propiciando: una plantación de 30 kilómetros cuadrados de mandarinas donde antes no crecía fruta alguna.
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