Luego de haber cumplido su papel contracíclico durante la mayor parte del terrible período de la pandemia, la inversión pública (compuesta por la del gobierno central y las de los gobiernos regionales y locales) ha comenzado a descender notoriamente.
Así lo demuestra este gráfico del INEI. Allí se aprecia que la inversión pública del año 2021 (dada por la línea azul), tras haber sido mayor que la del 2020 (línea roja) durante casi todo ese período (reflejando el gran esfuerzo fiscal para que la economía no se desplomara más de lo que se desplomó), está comenzando a ser menor. Lo fue 9.67% en octubre, lo acaba de ser 17.94% en noviembre y lo será mucho más en diciembre.
Eso significa que es el turno de la inversión más importante de todas, aquella que representa alrededor del 80% del total: la inversión privada. Pero para que despliegue su gran capacidad generadora de empleo, ingresos tributarios y riqueza, es indispensable que el gobierno deje de lado actitudes que la desincentivan y ahuyentan. Por ejemplo, insistir con la necia cantaleta del cambio de la Constitución y del modelo económico, hostigar la inversión minera y proponer absurdas alzas tributarias (en lugar de buscar ampliar la base).
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