La inversión es un componente fundamental del producto bruto interno (PBI), pues es la que permite construir la capacidad instalada que luego, puesta a trabajar, se convertirá en mayor crecimiento.
Lamentablemente, en nuestro país viene siendo el elemento que se ha mostrado más débil en los últimos tiempos.
El consumo, el mayor componente del PBI, no ha dejado de crecer, más que éste en los años 2014 y 2015, y a la par de éste en el actual.
Las exportaciones, que tuvieron una etapa muy dura entre el 2013 y el 2015, han comenzado a recuperarse fuertemente en el presente año.
Pero la inversión, que hasta el segundo trimestre del año 2013 se había venido incrementando bastante más que el PBI, inició luego una preocupante fase de desaceleración y estancamiento, con tasas de crecimiento (ver gráfico) mucho menores que el producto. Y desde el cuarto trimestre del año pasado su evolución se ha agravado aún más, pues ha pasado a registrar fuertes decrecimientos, que la han convertido en la variable que más viene frenando la recuperación.
En el tercer trimestre del presente año, por ejemplo, mientras el producto se expandió 4.4%, la inversión cayó 7.7%, y en lo que va del año mientras el primero avanzó 4.2%, la segunda ha retrocedido 7.5%.
No en vano el gobierno está poniendo mucho énfasis en el tema, intentando destrabar grandes proyectos que habían quedado mediatizados y que implicarían recursos frescos por varios miles de millones de dólares. Ojalá tenga éxito en su empeño, pues, como acabamos de constatar, es absolutamente urgente que así ocurra.
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