En efecto, tras haber llegado a una altísima tasa de 25.5% en diciembre, momento inicial y más duro del indispensable desembalse liberalizador (para desmontar el desastroso e insostenible esquema de precios demagógicamente establecido por el catastrófico gobierno anterior, y que estaba llevando al país a la peligrosísima y super destructiva hiperinflación), la tasa mensual se está reduciendo sostenidamente.
Por eso acaba de bajar a 2.7% en octubre, en el marco de una tendencia claramente descendente que sin duda continuará, pues las condiciones están dadas, al haberse puesto candado al factor que la disparaba: el déficit fiscal, que era financiado de dos formas igual de aberrantes: emisión monetaria (inflación actual) y deuda (inflación futura).
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