En tal sentido, comprometió todo el apoyo para la concreción del megaproyecto del Puerto Exterior, que prevé construir una dársena de gran tamaño y profundidad en la parte más externa del referido puerto, para que pueda recibir los buques gigantes cargados a plena capacidad. El megaproyecto quedaría unido, mediante un corredor vial biocéanico, con el sur de Brasil, el norte de Argentina, Uruguay y Paraguay.
Además, planteó que Chile desarrolle un enfoque portuario mucho más integrador, ya no de mera competencia entre sus puertos, sino de trabajo conjunto y complementario, para lograr que el país se constituya en el hub de esta parte del continente. También propuso una regalía que, al beneficiar a las poblaciones sedes de los puertos con parte de los ingresos del negocio, incentive el desarrollo de estos.
Es una meta interesante, pero que enfrenta la dificultad de que el Perú, con Chancay inaugurándose dentro de apenas cuatro meses, y con el Callao consolidando con grandes inversiones su innegable importancia continental, está mucho más adelantado en la pretensión de convertirse en el principal punto de atraque de la costa oeste sudamericana para las grandes rutas marítimas que llegan desde China y todo el resto de Asia.
Cuando Puerto Exterior comience a operar (dentro de una década en el mejor de los casos), Chancay ya estará consolidado y podría haber construido inclusive su enorme segunda etapa, mientras el Callao ya habría concluido la considerable ampliación de su Muelle Norte.
Y para cuando en unos veinte años el megapuerto chileno alcance su mayor despliegue y capacidad, Chancay ya habrá consolidado de sobra su parafernalia marítima y logística. Eso podría incluir alguna línea ferroviaria desde Brasil y alguna de las nacionales proyectadas entre Lima y Trujillo, grandes establecimientos y espacios industriales y comerciales de apoyo, sólidas rutas de las empresas globales y de cabotaje y transbordo y otros elementos relevantes).
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