Claramente, la tendencia fue creciente, habiendo implicado una notoria mejoría en el nivel de vida de los peruanos. Pero esta pudo haber sido mucho mayor, si no hubieran ocurrido hechos tan nocivos como las reformas estatistas decretadas a fines de los 60 por la dictadura de Velasco y el desastre hiperinflacionario, en el segundo lustro de los 80, del primer gobierno de García. Los últimos (ya demasiado numerosos) años, repletos de inestabilidad y ruido político, también están influyendo negativamente, frenando una economía que por sus sólidos fundamentos y gran potencial debería estar creciendo mucho más.
Felizmente esta, férreamente basada en los notables fundamentos y preceptos establecidos en la década de 1990 y consagrados en la Constitución de 1993, logra mantenerse bastante firme, resistiendo los avatares de todo tipo, tanto los engendrados a nivel global como los provocados por nuestra lamentable clase política.
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