Pero en realidad sí se puede hacer eso. ¿Cómo? Desestacionalizando el dato, es decir, despojándolo, mediante una fórmula matemática, del mencionado efecto estacional.
Eso es lo que muestra el gráfico adjunto, referido al PBI mensual desestacionalizado desde octubre del año 2019 hasta marzo del actual.
Allí se puede ver que, tras haber registrado un índice de 100 en febrero del año pasado (similar al del último trimestre del 2019), se desplomó a partir de marzo, y en abril (mes en el cual prácticamente la mitad de la economía se paralizó) llegó a un nivel de apenas 60. Es decir, en abril se produjo 40% menos de bienes y servicios que en febrero. Una terrible caída que fue la que desencadenó la mayor parte de la crisis de las empresas y de la pérdida del empleo. No por fallas del modelo económico, sino por una errónea decisión del gobierno, que (en el afán de contrarrestar al máximo la pandemia) cerró en exceso la economía.
Felizmente, mostrando sus fortalezas, en mayo la economía comenzó a crecer sostenidamente, y en diciembre recuperó el nivel de 100, manteniéndolo en enero de este año. Luego, en febrero decayó levemente, debido a la cuarentena decretada ese mes. Por último, en marzo (mes en el cual el dato original, no desestacionalizado, logró un crecimiento de 18% frente a similar mes del año anterior) ha vuelto a tener una pequeña baja, que no la aleja mayormente de la meta de alcanzar pronto (y mantenerlo y luego superarlo) el número clave de 100. Cuando durante doce meses logremos tener ese número como dato promedio significará que, en materia productiva, la crisis quedó atrás.
Todo apunta a eso, pues el modelo económico es muy sólido y totalmente incentivador de la inversión y el crecimiento. Lo único que podría frustrar el objetivo sería la absurda decisión de cambiarlo.
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