El déficit fiscal se elevó considerablemente el año pasado debido a la pandemia, que obligó al estado a gastar mucho más para atender la emergencia sanitaria y a la vez redujo considerablemente sus ingresos, por la caída de la actividad económica y la recaudación.
Así las cosas, una de las mayores prioridades para este año y el siguiente era lograr que con la reducción de los contagios y la reactivación productiva las cuentas se fueran equilibrando, para que el indicador retornara lo más rápido posible al nivel del año 2019, en que su dato acumulado de los últimos doce meses había promediado el 1.6% del PBI.
Felizmente, como se aprecia en este gráfico, así está ocurriendo, y por eso, tras haber llegado al considerable nivel de 8.9% desde diciembre del año pasado hasta febrero del actual, se viene reduciendo sostenidamente, y por eso hoy ya equivale al 6.7% del producto.
Todavía queda un largo trecho hasta ese momento de relativa normalización, pero es importante comprobar que la tendencia es muy favorable, y sin duda está siendo apuntalada por el gran rebote de nuestra economía, que este año (si no se comete la torpeza de adoptar medidas que desincentiven la inversión) crecería alrededor del 10%.
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