jueves, 23 de septiembre de 2021

Inversión Extranjera versus Constituyente

Esta es la entrevista que acaba de dar a la estatal agencia de noticias Andina el ministro de Economía Pedro Francke, para informar acerca de los resultados obtenidos para el país por él y el presidente Castillo en su reciente gira internacional por México y Estados Unidos.

No deja de sorprender la actitud que viene mostrando Francke, muy distinta a la que mostraba antes desde el llano, como permanente crítico de lo que hacían los sucesivos ministros "neoliberales" en el marco del modelo económico vigente desde hace tres décadas.

El Francke de ahora, en cambio, reconoce que la inversión privada es el principal motor del crecimiento y del empleo, se esfuerza por atraer la máxima inversión extranjera posible y busca garantizarle escrupulosamente las reglas de juego, se afana por la disciplina fiscal, se preocupa por el alza de la inflación y está muy atento a la evolución de la bolsa de valores, del sistema financiero, del riesgo país y la calificación crediticia. Como debe ser, y como debe hacer todo ministro de Economía. Es una grata sorpresa su evolución personal, a tal punto que se ha convertido, junto con Julio Velarde, en uno de los puntales para que la situación económica no se salga de control, como ineludiblemente tendría que estar ocurriendo en un gobierno de izquierda radical como el actual. 

Lamentablemente, la inversión por la que Francke hace sus mejores esfuerzos no va a llegar en el nivel que un país de gran potencial como el Perú requiere. No lo hará mientras los socios del gobierno Cerrón, Bellido, Bermejo y Boluarte, y con ellos toda la bancada parlamentaria oficialista, estén obsesionados con la nefasta idea de una Constituyente que elabore una Constitución a la medida de su mil veces fracasada ideología marxista-leninista admiradora del chavismo y el castrismo.

Los empresarios no se van a arriesgar de ninguna manera en un país que apuesta por semejante despropósito. Salvo que el presidente Castillo se aparte total y absolutamente de esa gente y de su trasnochada ideología, y también él deje atrás su actual forma de pensar (como hizo Humala en su momento), la inversión privada nacional y extranjera brillará por su ausencia. No habrá inversión fresca. Solo fluirá la ya comprometida durante los gobiernos anteriores, que sí inspiraban confianza. Y lo hará con extrema cautela, únicamente por respeto a los contratos firmados y por no dejar truncos sus proyectos, pero a la expectativa de marcharse o recurrir a tribunales internacionales apenas la situación se haga problemática.

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