De acuerdo al Balance Preliminar para América Latina, publicado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Brasil es el país de nuestra región con el mayor flujo neto de inversión extranjera directa. Y resulta lógico que así sea, no sólo por la envergadura económica del país del carnaval, que constituye un poderoso imán para los inversionistas, sino también por la seriedad de sus políticas. En el 2007 el monto habría sido de US$ 32 mil millones.
En segundo lugar se ubicó México, con un flujo neto de US$ 16,900 millones. Argentina, tercera potencia latinoamericana, no logró captar demasiado interés de los inversionistas extranjeros, atrayendo un flujo de sólo US$ 1,863 millones, siendo superada por países más pequeños, como Chile (US$ 8,411 millones), Colombia (US$ 6,739 millones) y Perú (US$ 6,000 millones), que con políticas económicas más abiertas y amigables con el capital extranjero, lograron mejores resultados.
El caso de Venezuela es sintomático, y clara consecuencia de una política económica confrontacional, no sólo con el capital extranjero, sino con la inversión privada en general: fue el único país latinoamericano con un flujo neto negativo, al registrar una reducción de US$ 3,200 millones en su stock de inversión extranjera directa. Es decir, el país, lejos de captar inversiones, propició su alejamiento, tal como ya había hecho en el 2006 (-US$ 2,632 millones).
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Los K y sus políticas. Damos pena en inversión extranjera.
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