Esos recursos se originan en el cobro de regalías, en la participación del canon gasífero (que representa la mitad del impuesto a la renta) y en el Fondo de Desarrollo Socioeconómico de Camisea (FOCAM). Todos ellos constituyendo una potentísima palanca de desarrollo.
Pero el gas no solo beneficia a determinadas regiones a través de recursos directos como esos. También lo hace de varias maneras indirectas, pero que llegan (o se prevé que lleguen) a todos. Por ejemplo, generando energía eléctrica en las grandes centrales térmicas de Chilca y otros lugares (que la producen a partir del gas y que la distribuyen a todo el país a través del sistema interconectado), llegando a casi el 25% de la población a través de redes domiciliarias, abasteciendo a centenares de empresas de todos los sectores, y dotando de combustible a decenas de miles de vehículos. Todos ellos disfrutando de menores tarifas que las que tendrían que haber pagado de no haber tenido la disponibilidad de tan valioso recurso.
Falta mucho por recorrer, y hay que acelerar el paso, sobre todo en conexiones domiciliarias, pero está claro que la ruta es la correcta.
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