Santiago, capital de Chile (Foto: Mujer.com)
La referida "trampa" alude a la situación en que caen los países cuando, luego de haber avanzado aceleradamente desde un nivel de ingreso bajo a uno de ingreso medio (aprovechando el bajo costo de la mano de obra, la abundancia de recursos naturales y otros factores), no hacen las reformas necesarias para hallar nuevos motores de crecimiento, se tornan incapaces de incrementar suficientemente su productividad, pierden velocidad y se estancan largos años en dicho nivel de ingreso.
Para explicar el tema, el informe de la OCDE ha señalado esto:
"La trampa del ingreso medio afecta a la mayoría de economías de la región, y sólo Chile, Trinidad y Tobago y Uruguay han conseguido escapar de ella. A medida que los países de América Latina y el Caribe alcanzan niveles de ingreso medio, el crecimiento puede experimentar una desaceleración duradera, asociada habitualmente a la necesidad de encontrar nuevos motores de crecimiento económico para avanzar hacia niveles más altos de ingreso. Estos motores han de estar basados en manufacturas intensivas en capital y en competencias, y en las industrias de los servicios.
La calidad de las instituciones públicas y la apertura al comercio son dos de los factores principales para la superación de la trampa del ingreso medio. Para países con niveles de ingreso bajo, la calidad de las instituciones puede tener una importancia relativamente menor, pero en el caso de las economías de ingreso medio aparece como un factor clave para la aceleración del crecimiento. La evidencia indica que las economías que superan la TIM tienen un estado de derecho y una democracia fuertes, así como una recaudación tributaria sólida. Asimismo, las economías más abiertas y las que son capaces de exportar bienes de alto valor agregado tienen mayor probabilidad de transitar del ingreso medio al alto. Los países que han sorteado la TIM también tienen una educación de mejor calidad, una oferta de competencia adecuada, mayor inversión y mercados de capitales desarrollados."
Montevideo, capital de Uruguay (Foto: Domingo Leiva)
Sin duda, cabe una felicitación a los países de la región que han dejado atrás esa barrera para el desarrollo. Pero la circunstancia también amerita una reflexión acerca del tema y nuestro país.
Es que el Perú, con su nivel de ingreso medio, no está al margen de los problemas reseñados. Más bien es afectado grandemente por varios de ellos, por ejemplo la baja calidad de sus instituciones públicas (con el poder judicial, la burocracia, los partidos políticos y la policía incurriendo en frecuentes casos de corrupción), un estado de derecho en muchos casos inexistente, una democracia débil (que si bien ya no padece los frecuentes golpes de estado de antaño, sigue viviendo momentos de zozobra), una recaudación tributaria pobre (derivada de una enorme informalidad) y una baja calidad educativa (como lo demuestran la prueba PISA y los rankings universitarios internacionales).
Eso sí, ha avanzado en el tema de la apertura al comercio, considerado muy importante en el análisis de la OCDE (no en vano es uno de los países con menores tasas arancelarias y más tratados de libre comercio) y ha logrado mejorar considerablemente el nivel de la competencia en sus mercados (pese a que aún subsisten varios monopolios u oligopolios que a veces escapan al control de los organismos reguladores). También ha propiciado, a través de reglas de juego claras y un marco macroeconómico adecuado, el florecimiento de la inversión privada nacional y extranjera, y dado lugar, gracias a un manejo fiscal responsable, a una inversión pública capaz de complementar bien a la privada. Asimismo, ha viabilizado el desarrollo de un mercado de capitales muy dinámico, donde los inversionistas institucionales financian varios de los grandes proyectos nacionales.
Obviamente, nuestro país aún está lejos de lo que ya lograron Chile y Uruguay, pues exhibe un nivel de ingreso claramente menor (poco más de US$ 6,000, correspondiente a un país de ingreso medio alto). Pero es importante comprobar que tiene una estructura económica parecida a la de ambos, ni industrial ni demasiado diversificada, sino productora y exportadora de commodities (aunque con un sector manufacturero menos intensivo en capital y un sector servicios menos desarrollado que el chileno).
Eso significa que nuestra aspiración de superar en algún momento la famosa trampa no es utópica ni está limitada por la referida estructura productiva y económica. Poniendo el énfasis adecuado en los otros aspectos, como el institucional, el educativo, el jurídico, el de la gobernabilidad, el de la innovación, el del incremento de la competitividad y de la formalización, podremos lograr un crecimiento sostenido de 5.5% (equivalente a un avance anual de 4.6% en el ingreso por habitante), muy superior al de los cuatro últimos años, pero sólo un poco mayor al de 5.1% (equivalente a 3.8% en el ingreso por habitante) logrado a lo largo del presente siglo.
Y si lo hacemos, en un plazo no demasiado largo podríamos alcanzar el sitial donde ya están los dos países mencionados, tal como lo reconoce la propia OCDE, que habla del 2029 como el año del gran acontecimiento.
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