El dato inflacionario del mes de julio, que acaba de dar a conocer hoy el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), resulta sumamente preocupante por lo elevado.
En efecto, la tasa para la ciudad de Lima (la que el Banco Central de Reserva-BCR emplea como referencia principal), asciende a nada menos que 0.45%, con lo cual la acumulada desde enero alcanza el 3.01%, y la de los últimos doce meses el 3.56%. La tasa anual nacional, por su parte, llega a 3.32%.
Con ello, el Perú suma otro mes con una cifra anual que se sale del rango meta de entre 1 y 3% establecido por dicha entidad. En realidad, con excepción de agosto y setiembre del año pasado, y febrero del año actual, el país se ha pasado la totalidad de ambos períodos con una inflación excediendo la meta planteada.
Y ello es preocupante, no sólo teniendo en cuenta los nocivos efectos del fenómeno en mención (afectando los salarios reales, disminuyendo el incentivo para ahorrar, dificultando la planeación empresarial, debilitando la moneda nacional, etc), sino también la preocupante desaceleración que viene registrando la actividad económica. Como la inflación se mantiene elevada, el BCR pierde capacidad (en el marco de su política monetaria) para bajar la tasa de interés y contribuir a un abaratamiento del crédito que incentive la inversión.
Sin duda, el fortalecimiento del dólar, derivado de la nueva política monetaria que viene anunciando y aplicando Estados Unidos, tiene mucho que ver en lo mencionado, al haber incrementado el precio en soles de los bienes importados. Pero, consciente de esa realidad exógena, el gobierno debe esforzarse para contrarrestarla, básicamente allí donde le toca: evitando incurrir en un exceso de gasto que le proporcione combustible adicional al fenómeno que motiva este artículo.
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