Esta gran autopista ribereña del mar es, sin duda, un gran elemento de descongestión del tránsito vehicular en la zona sur de la capital, pues permite un rápido desplazamiento entre los distritos que circunda, evitando las avenidas del interior, como Angamos, Paseo de la República, Javier Prado y La Marina, que suelen hallarse atiborradas la mayor parte del día.
Afortunadamente, el largo recorrido que se aprecia en esas imágenes también se extiende cinco kilómetros en dirección contraria.

Y en mayo del año pasado, gracias a una iniciativa conjunta del gobierno nacional y el regional del Callao, se iniciaron los trabajos para extenderlo cuatro kilómetros más, desde allí hasta el distrito de La Punta, ambiciosa meta que se espera lograr aproximadamente a mediados del próximo año. Con ello, será posible recorrer en poco más de veinte minutos los aproximadamente veinte kilómetros existentes entre sus extremos. Pero además se abrirá a la inversión y el progreso una de las zonas más deprimidas y peligrosas de la ciudad, que hasta ahora vivía de espaldas a ésta, tugurizada y degradándose, y que con esta nueva posibilidad de desarrollo sin duda mejorará de manera dramática.
De esa manera, cuando los limeños hablemos de nuestra Costa Verde y de su utilidad y gran belleza paisajística, ya no tendremos que limitarnos a los conocidos tramos miraflorinos, barranquinos o chorrillanos, pues también podremos referirnos, con un creciente respaldo en la realidad, a los flamantes tramos chalacos.
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