Un presupuesto equilibrado o un déficit fiscal muy moderado es la base de una economía sana. Así lo ha entendido desde hace ya cerca de treinta años el Perú, y por eso goza de una gran estabilidad de los precios y crece entre aceptablemente y bien.
No obstante, sin llegar a ser preocupante, dicho déficit, dado por el resultado económico del sector público no financiero del gobierno general (compuesto por el gobierno nacional, los gobiernos regionales y los gobiernos locales), se había incrementado en los últimos años, a tal punto que llegó a 3.0% del PBI en el 2017.
Felizmente, desde entonces ha decrecido, y por eso en el 2018 se redujo a 2.3%, y el año pasado lo acaba de hacer a 1.6%, su nivel más bajo desde el 2014.
Aunque lamentablemente parte de esa reducción se debió a la caída de la formación bruta de capital (inversión pública, especialmente en las regiones y municipalidades), constituye el retorno a una posición fiscal mucho más sólida, que garantiza, entre otras cosas, que la inflación continuará siendo baja y que la moneda mantendrá su valor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario