Existen diversas herramientas para medirlo, siendo una de las más empleadas el EMBIG (Emerging Market Bond Index Global o Índice Global de Bonos de Mercados Emergentes) o EMBI+. Este toma en cuenta la diferencia de rendimiento entre los bonos en dólares emitidos por el país en evaluación y los del Tesoro de Estados Unidos (considerados los más seguros del mundo). A más diferencia, mayor nivel de riesgo.
Al 30 de junio de este año el nivel promedio de riesgo latinoamericano es de 519 puntos básicos (pbs, 5.19 puntos porcentuales), considerablemente más alto que el de fines del año pasado (308 pbs). La principal causa de eso es el COVID-19, que al haber obligado a paralizar gran parte de la actividad productiva en casi todos los países, los está llevando a enfrentar a corto y mediano plazos menores ingresos y una disminuida capacidad de pago de sus deudas. Sin embargo, dicho nivel es bastante menor que el del 23 de marzo (775 pbs, el mayor del año), cuando la pandemia había desatado una verdadera explosión de incertidumbre y temor.
Tal como a fines del 2019, el Perú es el país de menor riesgo, con 182 pbs, seguido a regular distancia por Chile, que hasta mayo del año pasado había sido líder en la materia. Tras ellos se ubican Panamá, Uruguay y Colombia, todos con menos de 300 pbs.
Los tres mayores niveles de riesgo corresponden a Argentina, Ecuador y Venezuela, país este cuyo dato no deja de crecer, habiéndose duplicado en el período, y significando que tendría que pagar tasas astronómicas para intentar conseguir financiamiento internacional. El caso de Ecuador también es muy preocupante, pues su riesgo se ha multiplicado por cuatro en lo que va del año, aunque hoy es mucho menor que el de fines de abril.
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