El planteamiento del presidente Alan García de que el Perú alcanzará económicamente en los próximos años a Chile, es, sin duda, útil como arenga y como meta de mediano plazo, pero no refleja lo que realmente acontece. El hecho de que nuestro país esté en un gran momento económico, y que haya accedido al grado de inversión y suscrito un TLC con Estados Unidos, tal como Chile lo hizo antes, no alcanza para sustentar un optimismo tan desmesurado.
Si bien nuestra economía ha venido creciendo más que la de nuestro vecino en los últimos años, la suya es aún bastante más grande, como queda en evidencia al comparar, como botones de muestra, el PBI o las exportaciones de ambos en el 2007. Así, mientras que el valor de lo producido superó los US$ 160 mil millones en Chile, en el Perú aún no llegó a US$ 110 mil millones; mientras que las exportaciones sureñas sobrepasaron los US$ 68 mil millones, las peruanas apenas superaron los US$ 27 mil millones.
Las diferencias se acentúan mucho más cuando la comparación se efectúa en términos per cápita, dado que ese país tiene apenas la mitad de población que el nuestro. Es decir, cada chileno produce y exporta mucho más que cada peruano.
Algo parecido ocurre con los indicadores sociales, en los cuales Chile nos supera ampliamente. No en vano es considerado uno de los países latinoamericanos más avanzados en dicho aspecto, estimándose que será el primero de la región que alcance el desarrollo (próximamente haremos una detallada comparación de los principales indicadores económicos y sociales de ambos países, para que se pueda apreciar a plenitud cómo están las cosas).
Sin embargo, las diferencias existentes no justifican que un analista chileno, intentando hacer frente al ímpetu competitivo peruano, haya publicado en el diario La Tercera de ese país, hace ya varios meses, un artículo titulado
Por qué Perú nunca alcanzará a Chile, en el que, con un exagerado fatalismo respecto de nuestro país, le augura un fracaso rotundo en sus aspiraciones de alcanzar al suyo.
Comienza señalando que la economía peruana es mucho más pobre y pequeña que la chilena. Lo primero es estrictamente cierto, y se fundamenta en la comparación de los PBI per cápita: US$ 9,879 el chileno y US$ 3,886 el peruano (que representa menos de 40% del de nuestro vecino).
Lo segundo también lo es, aunque con diferencias bastante más cortas, pues la economía peruana, pese a ser efectivamente más pequeña, representa casi el 70% de la chilena, y las recientes tasas de crecimiento apuntan a un acortamiento de la distancia.
Pero la diferencia se hace bastante menor si se compara el tamaño de las economías en términos de PPP (paridad de poder adquisitivo), el indicador que mejor refleja la verdadera capacidad adquisitiva de la población. Expresada en dichos términos, la economía peruana prácticamente ya igualó a la chilena (US$ 219 mil millones versus US$ 231 mil millones en el 2007), haciendo que el PBI PPP per cápita peruano, si bien sigue siendo inmensamente inferior al chileno (US$ 7,803 versus US$ 13,936, representando el 56% de éste) no lo sea tanto como el expresado en dólares corrientes.
Señala el articulista chileno que, asumiendo que, tal como ha ocurrido en los últimos siete años, la economía peruana creciera en lo sucesivo a una tasa de 7% anual, frente a sólo 5% por parte de la chilena, le tomaría nada menos que 56 años alcanzar a la de su país. Y remarca que ello es imposible, pues jamás en la historia ningún país ha podido sostener un ritmo tan alto durante tanto tiempo.
Su tesis parece irrebatible. Felizmente, el Perú no necesita los 56 años a los que él alude. Requerirá un período bastante menor para comenzar a pisar los talones a Chile. Obviamente, no serán 10 ni 15 años, sino entre 20 y 30. Transcurrido ese tiempo nuestro país sí se hallará muy cerca de su vecino del sur en términos de PBI per cápita y otros indicadores relevantes, luego de haberlo superado largamente en tamaño económico, no sólo en términos de PBI PPP (lo que ocurrirá quizá este mismo año), sino también de PBI en dólares corrientes.
Para entonces, el Perú deberá haber abandonado el séptimo lugar entre las economías latinoamericanas y deberá estar luchando palmo a palmo, seguramente con Venezuela, por el quinto lugar de la región.
Insinuar que la historia condena a nuestro país a repetir los errores del pasado y mantener su proverbial inestabilidad parece poco serio. Es hacer un análisis estático, como si las condiciones y la conducta económica de un país no fueran capaces de evolucionar. El hecho de que haya sido Chile el que demostrara estabilidad económica a lo largo de su historia no impide que el Perú también pueda hacerlo en lo sucesivo. No se puede seguir insinuando que el modelo económico peruano es flor de un día, cuando ya se acerca a los 20 años de estabilidad, alto crecimiento, reglas claras, confianza para las inversiones, y un creciente consenso nacional acerca de sus bondades.
Tampoco se puede ignorar detalles clave, como que nuestro país tiene asegurado su futuro energético, pues posee abundante gas y petróleo, insumos de los que Chile carece. El primero nos está sirviendo para transformar nuestra matriz energética (con la consiguiente reducción de los costos de producción y el estímulo para la inversión que ello supone), en tanto que el segundo nos servirá para eliminar nuestra dependencia externa y exportar, algo crucial en un futuro que se prevé seguirá siendo de precios altos.
Además, nuestro país tiene un contingente humano tan capaz como el chileno, y no se detiene en su afán de modernizarse y de abrirse al mundo. Prueba de ello es su agresivo empeño por seguir mejorando su calificación crediticia, modernizar su aparato estatal, mejorar la calidad de su gasto público, atraer nuevas inversiones, firmar nuevos tratados de libre comercio, etc.
Ello está permitiendo que el Perú establezca las bases para incrementar su potencial de crecimiento, con lo cual éste podría alcanzar, por períodos prolongados y sin problemas de recalentamiento, niveles asiáticos.
Por todo lo expuesto, la aseveración del comentarista sureño de que "el Perú no nos pisa los talones, ni los pisará por mucho tiempo, probablemente nunca" no nos parece un buen pronóstico. Mucho antes de los 56 años que él menciona, nuestro país podría sorprender con sus indicadores.