Eso no le significa mayor cosa al Perú. Es simplemente la evidencia de que ambos socios políticos están embarcados en una nueva treta política. Lo que sí le significaría mucho sería la renuncia al cargo del mencionado personaje, reconociendo su total incapacidad, y para ponerse en manos de la justicia, ante la cual debe rendir innumerables cuentas, como aquellas que lo sindican como jefe de una organización criminal, secundado por cómplices (secretarios, ex ministros y familiares) a los cuales está dejando escapar apenas la prensa independiente los denuncia.
Sin embargo, de no cristalizarse la renuncia que el país anhela, están las cartas que puede jugar el Congreso, ya sea de la acusación constitucional o de la vacancia. Todo es cuestión de que los congresistas que aún vienen perpetrando la aberrante maniobra de blindar al sujeto de marras acopien cinco minutos de decencia y dejen de hacerlo.