Por ejemplo, las capturas en la pesca han crecido nada menos que 106.8%, en tanto que la producción de hidrocarburos (sin duda empujada por la extracción de gas, que se expandió 111%) lo ha hecho en 30.6%. Además, apuntalados por grandes obras en marcha, como el Metro de Lima, los despachos locales de cemento se han incrementado a la apreciable tasa de 12.8%. Favorecidas por los mejores precios y la recuperación de los volúmenes vendidos, las exportaciones también están aumentando considerablemente.
Sabemos, de otro lado, que sectores como la Construcción, el Comercio y la Manufactura se hallan en una fase muy dinámica. Este último, el más importante en la composición del PBI, creció espectacularmente en junio, por lo que se espera que en julio lo siga haciendo a una tasa significativa. Dos indicios al respecto nos lo dan el crecimiento, en 12.9%, de la producción de electricidad (fuertemente vinculada al desempeño industrial), y en más de 30% de las importaciones de bienes de capital y materiales de construcción.
Por último, el factor estadístico también favorecerá el dato de julio, en razón de que el mismo mes del año anterior reportó una caída de casi 1% en el PBI.
¿Recalentamiento?
Es tan buena la marcha productiva que todas las estimaciones, tanto públicas como privadas, se siguen ajustando hacia arriba, cada vez más optimistas. Varios analistas ya hablan de tasas entre 7% y 8%. El Ministerio de Economía, bastante más conservador, recién acaba de elevar su proyección a 6% o un poco más, aunque lo más probable es que requiera seguir subiéndola.
Como no podía ser de otra forma, de la mano de este optimismo también han comenzado a aparecer temores acerca de un eventual recalentamiento, capaz de producir inflación. Sin embargo, al menos durante este año no se puede hablar de tal situación, porque, por muy fuertes que sean las tasas mensuales de crecimiento, en gran medida simplemente constituyen el restablecimiento de la tendencia de mediano plazo que el país ya tenía. Tras el bajísimo crecimiento, casi nulo, del año anterior, uno de 11% o 12% en la actualidad prácticamente equivale a haber crecido 5 ó 6% en el 2009 y en el 2010. Nada fuera de lo común, sino simplemente un realineamiento con el potencial de crecimiento. Claro, la preocupación se justificaría si la economía siguiera expandiéndose a dos dígitos también en el 2011, caso en el cual, sin ninguna duda, se tendría que hablar de un peligroso recalentamiento, con perspectivas inflacionarias.
Aunque la idea de crecer a tasas chinas resulta muy atractiva, eso no será posible en tanto que el país no invierta tanto como lo hace ese país (aproximadamente 40% de su PBI). Con nuestro 24% de inversión, aún debemos conformarnos con crecimientos máximos de 8 ó 9%, que, de todas maneras, no están nada mal, pues permiten avanzar considerablemente en la lucha contra la pobreza.
Lo cierto es que, por ahora, no hay problema. Además, como bien ha explicado el jefe del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), las inversiones están muy dinámicas, contribuyendo a ampliar la capacidad instalada del sector productivo, y alejando la posibilidad de que la creciente demanda interna desborde a la oferta y genere elevación de precios. Dicha mayor capacidad se viene generando a partir de la inversión en importantes obras de infraestructura (carreteras, puertos, aeropuertos, centrales y líneas de transmisión eléctricas, plantas industriales, instalaciones de abastecimiento de gas, sistemas de telecomunicaciones, etc) y del fuerte crecimiento de las importaciones de bienes de capital.
Las inversiones incrementan la capacidad productiva del país (Foto: Andina)
También, se debe tener en cuenta que el factor estadístico está jugando a nuestro favor en estos meses, pues la baja base de comparación de los nueve primeros meses del 2009 está sobredimensionando los datos del presente año. En el último trimestre, ese efecto comenzará a perder fuerza (pues la comparación ya no se hará contra números tan malos), lo cual llevará a que el PBI del año cierre con una tasa de crecimiento que difícilmente superará el 8%, y que no implicará mayor peligro en términos de recalentamiento.
Por último, no hay que olvidar que el plan de estímulo fiscal, que contribuyó a dinamizar la economía de cara a la crisis internacional, ya está prácticamente agotado. A eso se añade el hecho de que el Banco Central viene elevando sostenidamente su tasa de referencia.
Todos esos factores llevarán a la economía a tasas de crecimiento menos explosivas y bastante más normales que las de los últimos meses. No existe, pues, un real riesgo de recalentamiento.
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