Felizmente, no ocurrió así, pues la mayoría de ellas se mantuvo sin mayores cambios, reflejando la solidez de nuestra economía, que desde hace muchos años resiste admirablemente todo tipo de circunstancias adversas y no se desequilibra ni deja de crecer.
Nuestra moneda, por ejemplo, no se afectó, sino más bien se fortaleció, pues pasó de un tipo de cambio de S/ 3.395 por dólar a uno de S/ 3.378.
La Bolsa de Valores de Lima retrocedió, pero sólo 2.4%, resultado atribuible básicamente al incierto y poco alentador entorno global, como lo demuestran la mayoría de sus pares del mundo.
Las reservas internacionales, que el 27 de septiembre habían llegado a US$ 68,127 millones, cerraron ayer con un monto de US$ 68,346 millones, continuando como las terceras más altas de América Latina.
En cuanto a la calificación crediticia, las tres principales agencias (Standard and Poor's, Fitch y Moody's) nos dieron su voto de confianza, basadas en nuestros sólidos fundamentos. En ese marco de cosas, mantuvieron nuestro destacado rating (el segundo mejor de la región después del chileno), sin rebajarnos ni siquiera la perspectiva.
Es un gran punto de partida que esas variables tan volátiles hayan mostrado tan notable estabilidad. Ahora queda como tarea intentar que las otras variables, las de más largo plazo y que tienen que ver con la inversión, el consumo, la competitividad, la productividad y demás temas afines también reaccionen favorablemente, para apalancar el crecimiento y el desarrollo. Los cuatro meses de relativa tranquilidad política prevista entre el momento actual y el de las elecciones legislativas de fines de enero pueden resultar muy propicios para tal fin.
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