Como se observa, estos son muy variados, en algunos casos como consecuencia de circunstancias externas (por ejemplo las derivadas del movimiento del tipo de cambio y su efecto en las importaciones y los precios internos) y en otros como resultado de los manejos internos, en las fundamentales áreas fiscal y monetaria.
El país menos inflacionario fue Chile, con una tasa de sólo 2.71%.
México sufrió las consecuencias de la fortaleza del dólar, y cerró con un guarismo de 3.36%, resultante de una inflación mensual con tendencia notoriamente creciente, que obligó a su banco central a elevar repetidas veces su tasa de interés de referencia. Y las perspectivas alcistas continuarían en los siguientes meses, debido al (muy positivo e inevitable) sinceramiento de precios de la gasolina, que seguramente implicará un significativo incremento del indicador.
En Colombia y Brasil las tasas anuales siguieron siendo altas, aunque en ambos casos implicaron reducciones en comparación con el año 2015. En nuestro vecino del este, dicha baja fue considerable (de 10.7% a 6.29%), mostrando que las políticas de disciplina fiscal del nuevo gobierno están teniendo efecto.
En Argentina, el dato continuó siendo muy elevado (de dos dígitos), pero ahora en el contexto de un manejo macroeconómico mucho más responsable, que genera expectativas favorables.
En Venezuela, por su parte, el panorama sigue siendo terriblemente sombrío, con una hiperinflación plenamente entronizada que, lamentablemente no está siendo combatida, sino más bien atizada, por un gobierno absolutamente irresponsable.
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