Los países, al emitir sus bonos en los mercados internacionales, deben ofrecer un rendimiento (combinación de tasa de interés y precio) que atraiga a los inversionistas. Un país poco riesgoso (considerado así por su buen manejo económico) puede darse el lujo de ofrecer un rendimiento bajo, pero uno de alto riesgo (desequilibrado y en problemas fiscales) está obligado a ofrecer uno mayor, pues de lo contrario no tendrá demandantes. Esa situación, al significar que el primero tendrá un costo de financiamiento menor que el segundo, refleja la fundamental importancia de tener un bajo riesgo.
Allí se aprecia que, en comparación con el registrado a fines de junio, el riesgo ha disminuido en casi todos los países, con las notorias excepciones de Brasil (donde ha aumentado levemente) y Argentina y Venezuela (donde lo ha hecho de forma considerable). La data también nos dice que el riesgo promedio latinoamericano es de 422 puntos básicos (pbs, 4.22 puntos porcentuales).
Panamá es el país más destacado, con bonos cuyo rendimiento promedio es apenas 136 pbs más alto que los del Tesoro de Estados Unidos.
Chile y el Perú también muestran riesgos muy aceptables (141 y 147 pbs), y a cierta distancia les siguen Uruguay y Colombia.
México mantiene un indicador similar al de hace un par de meses, pero Brasil, como ya dijimos anteriormente, lo ha visto elevarse ligeramente.
Argentina, que lo había reducido hasta cerca de 400 pbs, ahora lo tiene llegando a 800, debido a la severa crisis fiscal que viene atravesando.
Y en Venezuela la situación sigue de mal en peor, como resultado de lo cual el altísimo riesgo que el país mostraba a mitad de año, de poco menos de 5 mil pbs, ya se acerca a los 6 mil, lo que es casi lo mismo que tener cerrado el crédito internacional.
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