Es que refleja la capacidad de un país para atender adecuadamente a su población en la primera y más vulnerable etapa de la vida.
En el Perú, felizmente, estamos contemplando una incesante reducción del indicador, que actualmente es muchísimo menos grave que antes.
En efecto, como se advierte en este gráfico publicado por el INEI, la tasa de mortalidad infantil, que en el quinquenio 1950-1955 ascendía a nada menos que 158.6 por mil, en el quinquenio 2015-2020 es más de diez veces menor, pues se ubica en 12.8.
Se trata de un gran avance, explicado por la mejora en múltiples campos: ingresos, nivel educativo, infraestructura de salud, seguridad social, acceso a los servicios de salud, acceso al agua y alcantarillado, acceso a la información, disponibilidad de medicinas, etc.
Esos factores se han traducido en (o han sido complementados por) acciones concretas, como la mejor prevención y control de las enfermedades respiratorias y diarreicas que afectan a los niños en la primera infancia y la mejora en la atención de salud de la madre y niño (incremento de la cobertura de atención prenatal, parto institucional e inmunización a través de vacunas básicas de niños menores de un año).
Sin embargo, aún queda un largo camino por recorrer, para que, en pro de nuestros niños, la alentadora cifra actual se reduzca aún más.
Foto: Ricardo Inge
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