Ese afán de "restablecer la autonomía e institucionalidad" que se está empleando como justificación no parece ser otra cosa que buscar librarse de una legislación y una entidad incómodas. Y eso conduce al riesgo de volver al pasado caótico y anárquico de universidades haciendo lo que les venía en gana, o interesadas únicamente en el negocio, todo ello con la lógica consecuencia de un pésimo nivel de enseñanza, en perjuicio de decenas de miles de estudiantes.
Ojalá para la segunda votación, que será en una semana, la presión de la opinión pública obligue a los congresistas a reconsiderar su decisión. El Perú necesita cambiar aquello que funciona mal, y no lo que claramente está dando buenos resultados.
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