De ese total, US$ 1,680 millones correspondieron a reinversión de utilidades (aquéllas que en lugar de ser repatriadas se destinan a seguir ampliando la capacidad instalada y atender otros requerimientos), US$ 350 millones a aportes y otras operaciones de capital (dinero fresco que entra a los proyectos o empresas) y US$ 21 millones a préstamos netos con la matriz (diferencia entre los montos de préstamos recibidos de ésta y los devueltos).
El aceptable dato, el mejor desde fines del 2015, ocurre pese a las incertidumbres aún existentes a nivel global (por ejemplo lo que podría ocurrir con el nuevo gobierno de Estados Unidos) y al frenazo que han sufrido en nuestro país proyectos claves (como el gasoducto del sur, la Línea 2 del Metro de Lima y el aeropuerto internacional de Chinchero) y al enrarecido ambiente por los escándalos de corrupción del caso Odebrecht. Pero también tiene lugar en un contexto en el que los precios de los commodities han registrado una fuerte recuperación, generando optimismo en sectores como el minero (el más poderoso imán de inversiones en nuestro país), en el que se anuncia proyectos importantes, como el cuprífero de Michiquillay.
Como resultado de lo obtenido en el primer trimestre, el total de los últimos cuatro trimestres asciende a US$ 7,638 millones.
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