Este considera la tasa anual de variación real de dicho indicador entre 1922 y 2016, a lo largo de más de veinte períodos de gobierno.
Luego vino la recuperación en los primeros años de la siguiente década, pero inmediatamente le siguió un período de bajo crecimiento, derivado de las inquietudes que provocó la tensión en Europa y que desembocó en la segunda guerra mundial, la cual tuvo en nuestro país su efecto más negativo con la caída del producto en 1942, año en el que Estados Unidos ingresó al conflicto.
Terminada la guerra, nuestro país disfrutó dos décadas de fuerte expansión, propulsada primero por el plan de reconstrucción europea, que elevó los precios de las materias primas que exportábamos, y luego por la guerra de Corea, que tuvo un efecto parecido. El único retroceso en dicho largo período se registró en 1958, por efecto de la crisis internacional existente entonces.
Ese período de bonanza terminó a mediados de los años 70, al comenzar a hacer efecto la política estatista puesta en marcha a fines de los años 60 por la dictadura de Velasco. Esa política, de gasto público desenfrenado, mercado cerrado, controles, prohibiciones, subsidios y otras medidas de corte populista y heterodoxo, dio lugar a graves desequilibrios macroeconómicos y desalentó las inversiones privadas. El entorno internacional, de drástica subida del precio del petróleo, agravó la situación de una economía profundamente debilitada, produciéndose como resultado de todo lo anterior una notoria desaceleración y posterior caída del PBI.
En los años 80, la caída se hizo más dramática, debido a un manejo macroeconómico que no sólo no corrigió los problemas creados por la dictadura militar, sino convivió con ellos. El clímax llegó en el primer gobierno de Alan García, en el cual, al intentar forzarse una recuperación basada en un irracional impulso de la demanda, se generó un desequilibrio de grandes proporciones, traducido en una hiperinflación que pauperizó a la ciudadanía y degeneró en una terrible recesión. El gráfico es ilustrativo: en él se puede ver que la crisis de los años 80 fue la peor del siglo, mucho más letal que la derivada del crac de 1929.
Felizmente, en los años 90 se desmanteló el nefasto esquema velasquista y se adoptó uno de libre mercado, que, con gran sensatez, ha sido mantenido desde entonces. Con él desapareció la inflación y retornaron las inversiones y el crecimiento. Los resultados saltan a la vista: las últimas tres décadas se hallan entre las mejores que ha atravesado nuestra economía a lo largo del último siglo.
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